jueves, 18 de febrero de 2010

Ayer cuando el pasto estaba en la tierra y nosotros mucho mas arriba y los cigarrillos me fumaban a mi, te acordas, Rayuela y los caprichos, cada vez que alzaba la mirada te veía entero, de espaldas a ese reducto finito, esa utilería que era el mundo, el pretexto necesario pero no suficiente para que existamos y las rodillas que dolían y los mosquitos y el amor
también me mantenía ocupada la destreza que nos posee cuando somos lo que somos, esa capacidad infalible de ver el mundo al reves o de destruir el montaje y cabalgar entre risas,
no esperamos la recompensa del futuro, vos ya me lo dijiste con letras y brazos, nos excita tanto suponer que podríamos no habernos encontrado, nos enmarañamos y les preguntamos a las combinatorias de la vida por qué tan así nos arrastraron a julian lagos una vez como tantas otras, les decimos cómo y para qué y ahora entonces qué
nuestro amor es lo que no se dice, el nudo en la garganta que solo es nudo, el miedo encandilado por semejante luz, la atracción inexplicable que nos atraviesa vulnerables desde la luna hasta el sol de la mañana, la bondad que no existe, un par de ojos mojados
yo creo en tu perfeccion sabiendo que alguna vez voy a quebrarla
y creo sobre todo en la verdad de tu mirada que se me aproxima inmensa

sabiendo que alguna vez quizas no sea ella y mi corazón esté mareado
somos a la vez y tantas veces el pasado, los veranos de limón que olvidamos, el cinismo de haber crecido mucho y de haber aprendido quién sabe, no tanto
yo te encontré buscando soledad y ahí estabas, con tu hermosura a cuestas me abrazaste y te corriste, inocente, a un costado
te amo por este presente extenso lleno de flores y libertad, por artaud, por espalda, por espejo, por esta ilusión combativa, terminal, que me crece y que me salva, por el horizonte amargo del dolor que empujás tan lejos.